Una masa informe en movimiento

Modelando su cuerpo cual arcilla húmeda deseosa de traqueteo, sus pensamientos se evadieron en busca de un nuevo mundo. Un nuevo mundo en que labios mojados besaban su barba, no larga, sinó ese asomo de pelo que pica como no se conoce allende los mares.

Sí, cedía a ese poder, a ese manoseo, a ese trabajeo angustioso de todos los apéndices digitales musculados, como si de un mamífero ungulado se tratara. El aire, con dificultad, accedía la interior de su pecho sudoroso, mientras él, justo encima, no cejaba en su empeño de llegar más y más a fondo.

Poco a poco, es decir, lentamente, sinuosamente, sin prisa pero sin calma, esas manos rudas de minero también llegaron a estar exhaustas, y bajaron su ritmo colmatador, como si el ocaso llegara ya.

Después dar muchas y muchas vueltas, esa pieza de arcilla informe, se transformó en un hermoso y glamoroso botijo, que como ese cervatillo que vimos en el monte hace ya ahora mucho tiempo, le faltaba aún un hervor. Más que un hervor, un cocior o horneador. Después de un buen asalto de calor, se transformaría en un fantástico contenedor capaz de refrescar el líquido elemento para regocijo y disfrute de esa muchacha que imaginasteis al principio del relato.

Hala, a cascarla.